El plan se estructura en tres líneas, que a su vez de desglosan en objetivos y acciones. La primera línea pasa por el impulso de políticas y estrategias de discapacidad orientadas al dato, ya que estos son la base imprescindible para la construcción de cualquier solución de inteligencia artificial. Se busca con ello garantizar que el enfoque de discapacidad esté recogido adecuadamente en los datos es la primera etapa para poder disponer de sistemas de Inteligencia Artificial inclusivos.

 

La segunda línea se circunscribe a combatir el capacitismo como base o fuente de la Inteligencia Artificial aplicada a la discapacidad. La realidad muestra que muchas soluciones de Inteligencia Artificial tienen un riesgo elevado de impacto negativo en la vida de las personas con discapacidad, al haber estado construidas con sesgos capacitistas.

 

Finalmente, la tercera línea del plan se articula en torno a la puesta de la Inteligencia Artificial al servicio de la innovación social en discapacidad. Las tecnologías inspiradas en este tipo de inteligencia poder ser grandes aliadas de las personas con discapacidad, su se usan correctamente. Su impacto positivo como factor de inclusión debe analizarse desde la perspectiva de derechos humanos contenida en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, alineada con la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. En este punto, la Fundación ONCE, como entidad experta en soluciones tecnológicas accesibles, es una referencia en la creación de buenas prácticas replicables también en soluciones de inteligencia artificial inclusiva.

 

El despliegue de este plan por parte de la sociedad civil -CERMI y Fundación ONCE- se produce ante la falta de actuación de la Administración del Estado que pese a los distintos llamamientos efectuados no ha asumido esta tarea, inhibición que deben suplir el movimiento social de la discapacidad a fin de que la Inteligencia Artificial y las personas con discapacidad puedan relacionarse en los mejores y más productivos términos.